Queridos reyes magos este año me gustaría tener la fortaleza que tienen mis pequeños, pero con corazones muy grandes, niños de Aluche. Este lunes mi voluntariado ha sido un poco especial, en vez de jugar con mis pequeños tocaba clasificar y preparar sus juguetes para los reyes magos. Al principio cuando no dejaban de llegar carros con juguetes que niños del cole o de la parroquia habían donado pensé que eran muchísimos pero pronto me di cuenta de que para cuarenta niños, lamentablemente eran muy pocos.
Me
paseaba entre juguetes rotos, juguetes que en vez de haber acabado en la basura
habían acabado aquí, me sentía furiosa, tenía la impresión de que en gran parte
éramos un basurero en el que tirabas los juguetes y podías sentirte bien porque
habías hecho una buena obra. Si lo sé, el que da lo que tiene no está
obligado a dar más pero el llevar los juguetes no era obligatorio y, mientras
miraba el juguete del McDonald’s, de mi cabeza no se me iba la imagen de una
madre repelente presumiendo del gran juguete que había donado estas navidades
para los niños pobres. Entonces, cuando mi frustración parecía no tener fin, la
vi, una muñeca que tenía cuidadosamente colgada una etiqueta en la que ponía
''Se llama Raquel, por favor cuídala mucho. ‘‘y pensé en una niña que dejaba
atrás una parte muy importante de su vida para compartirla con alguien que
realmente lo necesitaba.
Tras
colocar los juguetes, empezamos a repartirlos en bolsas para cada familia, dos
juguetes por niño me dijeron mis compañeras, lo primero que pensé es que había
tres reyes magos y que yo de pequeña recibía dos regalos de cada uno. Poco a
poco, los juguetes iban desapareciendo y empezaron los problemas, se nos
acababan los juguetes para mayores y teníamos que dar a niñas de doce años
juguetes que seguramente, las decepcionarían, rebuscábamos y afortunadamente
encontrábamos regalos más acordes para su edad. Yo, como siempre seguía
pensando ¿Y si a éste niño no le valen los patines? ¿Y si no le gusta el
fútbol? ¿Qué preferirá esta pequeña de nueve años? ¿Una muñeca o un juego de
pensar? Pero lo peor, llegaba cuando repartíamos los juegos de mesa, ¿Servirán
de algo? ¿Tendrán los niños que jugar con ellos solos? ¿Sus padres tendrán
tiempo para jugar con ellos? Probablemente no.
Al
final de la tarde, me sobrecogió un solo sentimiento, agradecimiento, por la
vida que me había tocado, por esos niños que a pesar de tener poco iban a tener
sus regalos de reyes, por todos esos juguetes que un día no supe apreciar y
sobretodo agradecimiento a la dueña de Raquel que como tantos niños, habían dado tanto para que
otros sonriesen el día seis de enero.


No hay comentarios:
Publicar un comentario