martes, 10 de abril de 2018

Siempre resilientes

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No sé cómo lo hacemos
ya llevamos 1000 batallas
y aunque sé que no me fallas
siempre turbo mi mirada.

Cargamos a nuestras espaldas,
luchas de poder y guerras,
y aunque el miedo muerda,
acabo luchando en tus caderas.

De verdad os digo,
que cuando parece todo perdido,
sale fuerza de la nada
y ganamos nuestra cruzada.

Un millar de tormentas

ya lo han intentado,
y no, no nos hemos acobardado,
siempre salimos resilientes.

Todo lo que parece crisis,
se transforma en revolución
y por mucho que no pueda,

siempre saco el aguijón.
Siempre a mejor,
incluso en lo malo.

Siempre bien juntos,
incluso en lo raro.

martes, 14 de noviembre de 2017

9:04



Martes de rutina,
enlatados cual sardinas,
súbete que cabes
y si no pierdes el día.

Paradas con historias,
paradas sin memoria,
paradas que echan en falta,
al que falta en su rutina.

Primera parada: colegios.
Abuelos y niños bajen,
ya se acabó su viaje,
pórtense bien,
no se diviertan,
que ya saben:
La letra con sangre entra.

Segunda parada: institutos.
Bájense intentos de adultos,
llévense las hormonas,
dejen los bostezos
y las risas
y las ganas.
No, aquí no hace falta
nada de nada.

Tercera parada: módulos.
El turno de los que valían,
Pero ya no, les echaron,
no eran iguales,
eran distintos
y eso,
sí que no se podía.

Sufro en cada tercera parada,
Con esas almas que suspiran.
Pues muchas de ellas creen
que ya no pueden,
que ya no quieren,
que ya no valen.

Pero tú, que creciste rápido
y a ti qué memorizar te aburre.
Tú puedes, tú quieres, tú vales.

No es malo aprender distinto,
No es bueno aspirar a sardina.
Enlátate aspirando alto
y llévate las ganas,
no olvides las risas.
Y, sobre todo, aprende,
aprende mucho,
como quieras 
y no como te digan.

Querida tercera parada,
no les dejes enlatados en la línea 5.
Impúlsales a soñar
y a volar bien alto.

Ellos saben que quieren,
yo, te aseguro que pueden,
y sin pensarlo ni un momento, 
yo te juro que valen.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Me gustaría que supieras

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Me gustaría que supieras, todo aquello que me callo. Los perdones, los dolores, los adioses y los "nóes".

Me gustaría que supieras que yo también te echo de menos. Aunque no lo digas. Aunque, yo sí que lo digo.

Me gustaría que supieras que querría tenerte cerca. Pero no puedo. Pero no quiero.  Aunque te siga echando de menos.

Me gustaría que supieras, el por qué me desvanecí como el viento. Pero ya es tarde. La dicha no es buena. Ya no. Ya no vale la pena.

Me gustaría que supieras por qué me alejaste cuando vino el frío. Pero las palabras te duelen, y a mí, amiga, me duele el olvido.

Me gustaría que supieras que hace mucho que no escribo. ¡Ay amiga! Te quise tanto, que los recuerdos lo traen contigo.

Me gustaría que supieras que no es porque te quiera menos. Es que doliste. Sigues doliendo. Siento no ser amarillo.

Me gustaría que supieras que siempre te he perdonado. Cada desplante, cada soplido, aunque con él me fuera al vacío.

Antes paralelas.
Antes siempre juntas.
Antes siendo hermanas.
Ahora siendo otras.

Quererte me sale innato,
hablarte se siente frío.
¡Ay amiga!
¡Cómo me gustaría que supieras,
que entendieras por qué me he ido!

Imagen extraída de: https://mint57.com/viajes/viaje-a-noruega-auroras-boreales/

lunes, 15 de agosto de 2016

Felicidades abuela

Querida inconformista.

                Mujer eterna y valiente, no me harto de escuchar tus historias, muchas de ellas, ya memoria, con ganas de que se puedan oír. Me cuentas tus aventuras de niña, como desafiabas las leyes de tu castilla y no había un solo niño que a ti te pudiera toser. Tristemente, también me recitas réquiems de hermanos, y con amor y mucha gloria, tú les haces revivir. Hubo hambre, hubo sed, hubo fuerzas para reponer y esa niña pequeña, con grandes responsabilidades, al final tuvo que crecer.

                Esa infancia se hizo corta y muy pronto terminó, cambiando el castillo por un palacio, en el corazón de la capital. Muy pronto tu carácter conquistó mil corazones, pues todos podían ver que ese genio escondía más corazón que sinrazón. Mas hubo un corazón que no solo conquistaste, más aún, requisaste todas sus provisiones y, ahora con razones, no te podía dejar de seguir. Tú tan dura y honesta, difícil de dominar, no fuiste domesticada, pero comprendiste qué era eso de amar.

                Luego vinieron los niños, primero un caballero que a todos inspiraba ternura, más tarde una locura con muchas fuerzas para amar, después de esta princesa, vino un enérgico y noble hidalgo, que si sabía de algo, era a su familia cuidar. Pasaron los años y vino el primer pequeño que luego sería el mayor. Después de años de ramos, de perros, de ya no perros, de te quiero’s en alto y en bajo, de abrazos y de besos, tocaba decir adiós. Pero ya, hecha reina, fuerte y resiliente, con el alma de guerrera saliste para delante sin temor al qué pasará.

                Más pequeños se juntaron en ese camino que es el vivir, una niña que solo te sonreía y un niño que nunca dejaba de reír. Tu casa se hizo sus casas y aunque el pequeño de los pequeños quedaba por llegar, siempre hubo camas, siempre hubo risas, siempre hubo abrazos que recibir.
Esta historia de recuerdos, le queda todavía mucho por escribir. Por lo menos ver casarse a algún nieto, como tú, mi querida abuela siempre me sueles decir.

                                                                                                                          -El Pichón de la Familia.

viernes, 5 de agosto de 2016

Versos que vienen


Tantas veces me pisaron,
otras tantas me perdí
y no muchos recordaron,
que yo también podía sentir.

Mas no hubieron acabado,
cuando pensaba que sí,
ya que terminaron desterrando,
a esa alma que un día fui.

En el fondo de aquel pozo,
intentando, sin éxito, salir,
sólo me salía dar gracias,
sabiendo que lo bueno,
al fin estaba por venir.

Y sí, fueron muchos
y otros tantos,
los que me enseñaron a prescindir,
de aquella tierna inocencia,
de la que solía presumir.

Ahora el Fénix renace,
vuelve a ser un Pichón
y con el mundo entero,
sincero y certero,
a su alcance,
esta vez lo que toca,
es, al fin, ser y vivir.
- Pichón.

martes, 5 de enero de 2016

Clic




Te pasas toda la vida intentando resolver ese enigma que los más valientes presumen de conocer. Por más que lo intentas, que lo esperas, que lo buscas, nada resuelve ese rompecabezas del que todos hablan. Desesperada ves la solución en el humo, en el vaho, en la niebla pero no es más que pasajero, etéreo y, al final, siempre desaparece. Incluso llegas a creer que lo has tenido en tus manos y no has sabido reconocerlo, te convences de que lo fugaz perdura en las estrellas y que tal vez, el tren ya ha pasado, lo has perdido, te quedas en tierra.  

        Hasta que de repente encaja, con un clic tan silencioso que por estar tan ocupada buscándolo ni si quiera oyes. Se acopla como si hubiera nacido para ello, de una forma tan natural y sana que asusta, porque sabes que no hay manera de decir que no, que estás perdida y que nunca te habías sentido tan encontrada. Lo peor es que un deje de locura te hace pensar, por primera vez, que tiene que funcionar, porque no puede ser de otra manera, es así. El enigma se ha resuelto y tú ni si quieras quieres darte cuenta.

     Algunos dicen que es como quedarte profundamente dormido, pero yo creo que es como despertar, a un mundo en el que te encuentras con otra persona y por una vez en tu vida, no tienes ese deseo egoísta de ser tú feliz, ahora hay alguien más que tiene que ser feliz en este mundo. Alguien que saca lo mejor de ti y, a veces, solo a veces lo peor, pero es que los monstruos juegan con lo que más queremos y quieren destrozar aquello que es pasado imperfecto y presente, para convertirlo en un simple condicional que se queda con ganas de ser futuro.

        Impávida miras a los miedos, esta vez, tienes un escudo más fuerte que nunca, ahora la que tiene algo que decir, eres tú. Al fin puedes abrir tu caja de Pandora, por tanto tiempo sellada, para enfrentarte a esos monstruos que te habitan y con sorpresa, descubrir que en el fondo de esa temible caja, no albergaba otra cosa, que la esperanza de ser liberada

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Micropoesía navideña



Hubo años de inocencia,
en los que la Navidad
no eran compromisos
ni falsos deseos de felicidad.

¡Qué hipócrita pedir paz
cuando la guerra está en la mesa!
Y las hostilidades pesan
y el vino habla de más.

Esas guerras no son más,
que reflejo de esos huecos
de esos platos,
de esas sillas,
de esa comida de más,
de todos los que faltan
el día de Navidad.