Tradición, para muchos esa palabra que recuerda a las costumbres de un país, en España tradición pueden ser los reyes, las fiestas, la Iglesia, la paella de los domingo. ¡Incluso la siesta podría llegar a considerarse una tradición! Para algunos la tradición es buena, otros muchos piensan que debería cambiar
puesto que pertenece al pasado y no nos deja avanzar hacia el futuro. Para mí, la
palabra tradición tiene unas connotaciones completamente distintas.
Casi desde siempre, una vez a la semana mi padre
‘’hace la noche’’, o lo que es lo mismo, le toca el turno de noche, se va a las
ocho de la noche y vuelve a las nueve de la mañana. Esto comenzó mucho antes de que yo naciera,
todas esas noches mi abuela le preparaba una tortilla de patata para que
la noche, junto a buena comida, se le hiciera más amena. Entonces, mi padre se
casó con mi madre y, por consiguiente, se fueron a vivir juntos, a pesar de
esto mi padre seguía yendo una vez a la semana a casa de mi abuela para recoger
su tortilla. Dos años después nací yo,
entonces mi abuela tuvo que batir más huevos y pelar más patatas para hacer
otra pequeña tortilla más para su nieta, una tortilla que la mayoría de las
veces no llegaba a casa, porque tenía tan buena pinta que la pequeña no podía resistirse y se la acababa comiendo. A mí me
encantaban esos días sobre todo cuando comenzaba a llegar el calor porque mi
padre, siempre y cuando no me hubiese comido la tortilla ya, al bajar me
compraba un frigopie y había días que
incluso íbamos al parque.
Todas esas noches en las que mi madre y yo estábamos
solas en casa aprovechábamos para dormir juntas, cuando llegaba el momento de
meternos en la cama, una vez dentro, mi madre me abrazaba y yo le restregaba
mis pies fríos para calentármelos, entonces me regañaba diciendo: ‘’¡Pali! Te
he dicho mil veces que no andes descalza!’’, yo me reía , la abrazaba aún más
fuerte y ella refunfuñando me calentaba mis pies con los suyos, me daba un beso
de buenas noches y caíamos en un profundo sueño.
Tradición es aquello que permanece para recordar el pasado, para recordar nuestras raíces, para intentar mantener algo estable en este mundo tan caótico. Para mí, además,
tradición es que tras la muerte de mi abuela, mi madre haya cogido el
relevo y sea ella la que hace la tortilla una vez todas las semanas, tradición es que
después de dieciocho años seguimos durmiendo juntas, es que yo todavía no he
aprendido la lección y sigo andando descalza y, es que mi madre no ha desistido
y sigue regañándome por tener los pies helados.
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