‘’Seamos
gerundio’’ le dijo a la par que sonreía y por dentro moría, otra vez, como una
suicida que no quiere matarse pero le encanta el peligro, por lo que muere, irremediablemente,
sin poder evitar su cruel destino. ‘’Por favor no seamos perfectos, que el
perfecto solo está en el pasado y yo te quiero imperfecto y presente, ojalá
futuro’’ le suplicó con la mirada rota,
pero en sequía, las provisiones se habían acabado y el agua del oasis que él representaba
la necesitaba para revivir la inocencia que había muerto en una de sus temerarias caídas. Insensible, se sabía llena de sentimientos que
el amor le hacía imposible sentir, pero estaban, ¡claro que estaban! porque su
incapacidad de sentir lo bueno no la hacía inmune a sentir lo malo, como si
algún ente maligno le estuviera gastando la broma de su vida, pero a ella no le
hacía ninguna gracia, ese ente se hacía llamar Miedo. Temor a ser destrozada ya
que ella, aunque se sabía plenamente capaz de recomponerse, no quería tener que
volver a hacerlo, tocar fondo era muy duro y más duro era no acomodarse en él.
‘’No me
hagas daño’’ le dijo en broma y completamente en serio, ‘’le estoy dando la
oportunidad de destrozarme pero por favor, que no lo haga’’ se dijo a sí misma.
A veces se preguntaba por qué él aceptaba la interrogación que ella era, cuando
él se merecía una frase afirmativa y no todas esas metáforas que eran su
lenguaje, se sentía tan afortunada y tan desdichada puesto que sabía que la
suerte estaba durando mucho y que su pata acabaría atascada en el más profundo
de los agujeros porque así era ella, torpe, indecisa, cabezota, con los pies en
el universo.‘’¡Huye!’’ gritaba su yo más racional, pero no tenía fuerzas para
huir, no quería huir ni de la potencia de estrellarse que suponía besarle,
porque el acto era precioso y a Aristóteles seguro que le parecía bien.
Así que le besó.
Así que le besó.

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