jueves, 8 de enero de 2015

Cartas



                Siempre cometiendo los mismos errores,  sales de uno para meterte en otro, has entrado una dinámica que parece no tener final. Te embarcas en la misma travesía pero con distinto nombre y lo peor es que la disfrutas, que la vives como si no hubiera otra igual, como si las mismas heridas no hubieran comenzado a aparecer. Es tu mala costumbre de embellecer todo lo que te rodea por la que acabas fascinado incluso ante un mar turbio y bravío ¡Y parece que justo eso es lo que más te  gusta de él!

                Cuanto más difícil parezca el camino, más ganas tienes de empezar la aventura. Pero soy yo la que te cuida cuando vuelves derrotado y herido, solo yo me encargo de vendar tus heridas. No me quedo con las ganas de decirte te lo dije y tú me contestas que no va a volver a pasar, que ahora vamos a estar más unidos que nunca, prometes que no te vas a volver a marchar. ¡Tonta de mí que me lo creo! Por un momento olvido tu espíritu incansable, ese masoquismo insano que nos acaba haciendo tanto daño a los dos, porque sí yo también sufro, igual que tú y sí, la vida conmigo no es tan divertida pero por lo menos, no duele. Poco a poco te vas curando, las heridas aún no cerradas del todo empiezan a convertirse en un dolor soportable, comienzas a suspirar con melancolía y es cuando brillan tus ojos que sé que te he vuelto a perder. Comienzas a recoger tus cosas y me dices que esta vez, valdrá la pena.  En ese momento, me llamo ilusa y me doy cuenta de que te he vuelto a perder, en el fondo sé que más tarde o más temprano volverás pero como duele cuando vuelves.

-Una de las cartas que le mandó la cabeza al corazón durante una de sus aventuras.


Hace unos meses escribí esta curiosa carta,  la he reescrito  varias veces cambiando pequeños detalles y aunque esté mal decirlo es mi composición preferida. Muchas gracias por leerla.

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