Siempre cometiendo los mismos errores, sales de uno para meterte en otro, has entrado
una dinámica que parece no tener final. Te embarcas en la misma travesía pero
con distinto nombre y lo peor es que la disfrutas, que la vives como si no
hubiera otra igual, como si las mismas heridas no hubieran comenzado a
aparecer. Es tu mala costumbre de embellecer todo lo que te rodea por la que acabas
fascinado incluso ante un mar turbio y bravío ¡Y parece que justo eso es lo que
más te gusta de él!
Cuanto más difícil parezca
el camino, más ganas tienes de empezar la aventura. Pero soy yo la que te cuida
cuando vuelves derrotado y herido, solo yo me encargo de vendar tus heridas. No
me quedo con las ganas de decirte te lo dije y tú me contestas que no va a
volver a pasar, que ahora vamos a estar más unidos que nunca, prometes que no
te vas a volver a marchar. ¡Tonta de mí que me lo creo! Por un momento olvido
tu espíritu incansable, ese masoquismo insano que nos acaba haciendo tanto daño
a los dos, porque sí yo también sufro, igual que tú y sí, la vida conmigo no es
tan divertida pero por lo menos, no duele. Poco a poco te vas curando, las
heridas aún no cerradas del todo empiezan a convertirse en un dolor soportable,
comienzas a suspirar con melancolía y es cuando brillan tus ojos que sé que te
he vuelto a perder. Comienzas a recoger tus cosas y me dices que esta vez,
valdrá la pena. En ese momento, me llamo
ilusa y me doy cuenta de que te he vuelto a perder, en el fondo sé que más
tarde o más temprano volverás pero como duele cuando vuelves.
-Una de las cartas que le mandó la cabeza al
corazón durante una de sus aventuras.
Hace unos meses escribí
esta curiosa carta, la he reescrito varias veces cambiando pequeños detalles y
aunque esté mal decirlo es mi composición preferida. Muchas gracias por leerla.

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