
Érase una vez un
mundo en el que las princesas no son perseguidas por una bruja sino por cientos
de paparazis esperando a que cometan un error, érase una vez príncipes cuya
tarea no es luchar contra dragones ni besar a la princesa para despertarla sino que su tarea es sonreír frente a las cámaras. Érase una vez en la que si pierdes
los tacones en una fiesta es porque vas demasiado borracha y al día siguiente
no hay ningún príncipe esperándote, érase una vez un lugar en el que
Blancanieves se hubiera independizado sola y su casa sería un desastre porque
no tendría tiempo para limpiar.
Érase una vez un cuento en el
que al final no comes perdices sino que te comen los gusanos, un cuento en el
que las decisiones no son tan fáciles y en la que con todas se pierde algo. Érase
una vez un pobre que no se volvió rico pero que siguió viviendo feliz y érase
un rico que no compartía pero nadie llegó para enseñarle lo bonito de dar a los
demás. Érase una vez caperucita que no iba a ver a su abuela a su casita sino a
la residencia y en el camino el lobo lo único que hizo fue robarle la cartera.
Érase una vez un lugar sin
sirenas y con magia de mentira, érase una vez Bella que nunca supo amar a la
bestia y Rapunzel que se cortó el pelo por ir a la moda. Érase un mundo en el
que el malo es mucho más difícil de delatar y en el que la bruja no te da una
manzana envenenada sino un paquete de cigarros. Érase un mundo en el que se
inventaban mundos con los que soñar porque parece más difícil encontrar la
felicidad donde solo hay caras largas.
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